Las bases de nuestro trabajo

Los conflictos son situaciones en las que dos o más personas entran en oposición o en desacuerdo debido a que sus posiciones, intereses, necesidades, deseos o valores son incompatibles, y en donde las emociones y sentimientos juegan un papel muy importante (Torredo, 2003).

Los conflictos forman parte de nuestras relaciones cotidianas. Sin embargo hay muchas ocasiones en las que resulta, imposible, al menos sumamente difícil, dar solución a los conflictos a los que nos enfrentamos. Todo lo cual contribuye a aumentar nuestro malestar, a desarrollar sentimientos de impotencia y culpa, a darle una salida explosiva a nuestras emociones.

Los conflictos pueden presentarse de diferentes maneras, por motivos diversos y con intensidades variadas. Hay una serie de actitudes que hacen escalar o descender el nivel del conflicto. Por ejemplo: los gritos, las amenazas, las burlas, descalificaciones, etc., contribuyen a intensificarlo. Por el contrario, el diálogo, la empatía y la reparación del daño, ayudan a su disolución.

Asimismo, dependiendo de la forma en cómo se asuma el conflicto, éste puede desencadenar conductas destructivas o por el contrario, puede contribuir al crecimiento personal de los individuos.

Los conflictos mal resueltos, pueden escalar hacia la violencia, de ahí la importancia de que en las escuelas se brinden las herramientas necesarias para aprender a enfrentarlos de forma adecuada.

Las percepciones del conflicto

Lo primero que hay que tener en claro, es cada persona interpreta de forma distinta las situaciones. Así por ejemplo, un conflicto podría tomarse como un obstáculo imposible de solucionar, como aquello que es lo peor que le podría pasar, o por el contrario, como aquello que puede solucionarse negociando y de lo que además, se puede aprender y obtener un beneficio. O también puede pasar que mientras una persona se ve afectada por un problema, la otra ni siquiera es consciente de que exista.

Es importante estar conscientes de esta diferencia de percepciones para no dar por sentado que lo que el otro piensa es igual a lo que yo pienso. Buena parte de los conflictos se originan por la dificultad de comunicarle al otro mi punto de vista, pero también por la negativa a escuchar lo que el otro tienen que decir respecto a un problema. Para solucionar un conflicto debemos ser capaces de ponernos en el lugar de la otra persona para entonces tener una visión más completa y detallada de un problema.

Asimismo se vuelve necesario estar al tanto de nuestras percepciones negativas a la hora de enfrentar un conflicto, y buscar poner a disposición los recursos para hacer frente al conflicto de una manera más asertiva.

Veamos algunos ejemplos de las distintas percepciones que alguien puede tener sobre un conflicto:

a. La visión de túnel:

A menudo sucede que cuando los docentes tenemos un problema, vemos o recordamos sólo un aspecto de la realidad. Nos concentramos en un solo detalle de la situación y dejamos fuera todos los demás aspectos de la problemática, lo cual nos impide comprender mejor aquello a lo que nos enfrentamos. ¿Qué podemos hacer para cambiar esto?

Hay que empezar a enfocarnos en otros aspectos de la realidad que pasan por desapercibidos. Hay que empezar a dar explicaciones alternativas sobre la causa que origina el conflicto. Como habíamos dicho con anterioridad, se vuelve central preguntar por las condiciones que posibilitaron que se produjera el conflicto en el espacio escolar: la falta de autoridad, el desencanto con la cultura escolar, etc.

b. Absolutismo y pensamiento dicotómico:

Cuando tenemos un problema y percibimos la realidad en términos dicotómicos, como si todo fuera blanco o negro, nos olvidamos de todas las posiciones intermedias y por ende, las conclusiones a las que llegamos son sumamente generales y están cargadas de términos absolutos: todo, nadie, siempre, nunca.

Por ejemplo: “los estudiantes nunca me hacen caso”, “siempre desobedecen”, “nadie respeta”, etc.

¿Qué podemos hacer para cambiar esto?

Comenzando a relativizar los acontecimientos, aprendiendo a limitar su generalización. Habrá niños en el salón de clases mejor comportados que otros, habrá situaciones en el aula que favorezcan la participación, la colaboración, el interés, habrá momentos de mayor tensión que otros, etc. Cuando relativizamos, nos permitimos valorar los aspectos positivos del espacio escolar y diferenciarlos de los aspectos negativos. Pero cuando ponemos en un mismo cajón a toda la dinámica escolar, la sentenciamos al fracaso.

c. Fatalismo:

El caso más presente es el de la pandemia y el confinamiento que vivimos la experiencia de sentir que tenemos poco control alguno sobre los acontecimientos que vivimos. Cuando uno se siente indefenso ante los problemas que acontecen, es común que se genere una fuerte tendencia a la pasividad, al desánimo y al pesimismo.

¿Qué hacer contra esto?

Podemos comenzar a percibir los conflictos como situaciones que tienen solución pero que para ello debemos analizar las variables que podemos ir controlando, para así avanzar en su solución.

d. Confundir pensamientos, emociones y sentimientos con la realidad:

A menudo creemos que aquello que pensamos y sentimos acerca de la realidad es absolutamente verdadero para todos. Sin embargo, si pensamos de esta manera sólo admitimos como válida nuestra propia interpretación de las cosas.

¿Qué hacer? Hay que proporcionar cierto tipo de experiencias que nos permitan descubrir que el significado que tiene la realidad para nosotros, es producto de lo que nosotros construimos activamente. El proceso de identificación de sentimientos y pensamientos, es un modo de darnos cuenta de la variedad de interpretaciones que pueden emerger dependiendo de nuestro estado de ánimo, nuestras defensas, la actitud con que encaramos los problemas.

Actitudes ante el conflicto

Las percepciones que tenemos sobre el conflicto influyen también en la actitud que tomamos ante éstos, la cual a su vez, influye en una buena o mala resolución de los conflictos.

Entre estas actitudes podemos encontrar:

Evasión: no afrontamos los conflictos o posponemos continuamente su resolución.

Acomodación: nos contentamos con lo que los otros digan y con las soluciones que ellos planteen. En este sentido, siempre cedemos.

Competición: buscamos obtener lo que para nosotros es importante sin pensar en los demás. Se parte del supuesto de que el punto de referencia para resolver un conflicto son mis intereses y no los del otro.

Cooperación: ideamos soluciones que promuevan el bien común, y que tomen en cuenta los diversos puntos de vista e intereses. La cooperación es el mejor método para resolver conflictos y hacer de éstos una oportunidad de crecimiento para las partes involucradas.

Estrategias para resolver conflictos

Para darle solución a un conflicto de forma más eficaz, podemos seguir las siguientes cinco etapas:

1. Definición del problema: Cuando un problema está bien definido y delimitado, su importancia disminuye, al igual que la angustia que genera. Definir implica especificar lo que sucede lo cual facilita la búsqueda de una solución. Asimismo, hay que tomar en cuenta que si actuamos sin saber qué terreno pisamos, el problema se puede agravar.

 Hacer un buen diagnóstico del conflicto es por tanto fundamental. Para definir un conflicto necesitamos:

 •Identificarlo. Esto puede lograrse si preguntamos por el ¿qué?, ¿cómo?, ¿cuándo?, ¿dónde?, ¿quiénes? Por ejemplo: ¿quiénes son los protagonistas del conflicto, quiénes son los implicados secundarios y los afectados?; ¿cómo ejerce el poder cada una de las partes involucradas: mediante amenazas, humillaciones, a través de la victimización?; ¿qué sienten las partes involucradas?, ¿qué buscan obtener?

•Distinguirlo. Puede ser un conflicto de valores, originado por lo las diferencias en las creencias sobre lo que está bien o se debe hacer según las estructuras morales de las personas involucradas; puede ser un conflicto de intereses, relacionado con el estatus, la posición social y económica, la autoimagen, el poder, etc.; o bien, puede ser un conflicto de derechos, originado por el no reconocimiento hacia eso que nos corresponde por ser humanos (Mendoza, 2007)

•Especificarlo. Esto involucra cambiar los conceptos vagos o ambiguos por otros específicos y concretos. De este modo separamos la información relevante de la irrelevante, evitando todo tipo de suposiciones e inferencias.

2. Negociación y mediación. Para negociar se requiere que las partes involucradas en un conflicto logren comunicarse. De esta forma puede llegarse a un acuerdo donde ambas partes ganen, y no donde una parte gane y la otra pierda. Eso significa también aprender a que en la solución de conflictos no es “todo o nada”, pues habrá cosas en las que como docentes tendremos que ceder, pero donde los estudiantes y directivos también lo harán. Cuando un conflicto no puede solucionarse entre las partes involucradas, se puede recurrir a una tercera persona que facilite observar el punto de vista del otro, así como comprender sus intereses. Un mediador puede ayudarnos a dejar de estar a la defensiva, lo cual nos permite identificar mejor qué sucede, por qué sucede y cómo puede solucionarse.

3. Búsqueda de soluciones Lo mejor es que, una vez definido el problema, existan varias posibilidades de actuación, puesto que esto nos ayuda a elegir la que más se ajuste a la situación particular que enfrentamos. Se trata de identificar y generar el mayor número posible de alternativas para solucionar la situación-problema. Para ello se requiere establecer una meta. Plantear en términos específicos, realistas y concretos qué es lo que se quiere conseguir o alcanzar al resolver el problema. Nuestras soluciones tienen que plantear objetivos posibles y adecuados a las circunstancias.

4. Valoración de las posibles soluciones Una vez puestas sobre la mesa las alternativas para enfrentar un conflicto, se parte a la evaluación, comparación, y a la selección de la más adecuada.

Esto puede hacerse mediante las siguientes preguntas:

• ¿Qué ventajas obtendré de cada una y qué ventajas obtendrán los demás?

 • ¿Qué costos a corto y largo plazo me generará a mí y a los demás?

 • ¿Qué inconveniente tiene cada una de las alternativas para mí y los demás?

5. Elección de una solución. Puesta en práctica y evaluación. Una vez elegida la alternativa de solución, se ha de programar y planificar cómo, cuándo y dónde se llevará a cabo. Asimismo, hay que establecer un período de tiempo durante el cual se pondrá en práctica.

Es conveniente que este período sea relativamente largo para constatar su eficacia una vez que se haya aplicado de forma continua. En este lapso es recomendable que la decisión tomada se mantenga firme para entonces comprobar realmente su efectividad. Estar pasando de una solución a otra sin dar tiempo para comprobar los efectos, entorpece la resolución de conflictos y acrecienta la sensación de que por más cosas que se hagan, es imposible resolver un problema. Pasado el tiempo establecido, se vuelve a evaluar hasta qué punto la medida ha sido eficaz; si por ejemplo, se han alcanzado las metas fijadas para resolver un conflicto, si éste sigue en vías de solución, o si por el contrario, no se ha conseguido nada. Si esto último es así, habrá que revisar el proceso de solución de conflictos así como ver la posibilidad de recurrir a un mediador.

Algo para tomar en consideración es que la solución de un conflicto será tanto más eficaz cuanto más se practique.

Recomendaciones para un buen manejo del conflicto con estudiantes.

• No acorrale a sus estudiantes, trate de dejarles al menos una opción.

• No abuse de su autoridad.

• No haga uso de chantajes.

• Si le cuesta trabajo identificar o manejar los problemas con su grupo, compártalo con otros docentes y pida ayuda.

• Aprenda a manejar su enojo, frustración e impotencia.

 • No aplique sanciones al vapor a un conflicto.

• Sea racional y razonable. Usted es el adulto.

• Frente al conflicto sea capaz de construir acuerdos y compromisos con sus estudiantes.