• Conocimiento de sí mismo y del grupo: cuando el docente conoce a sus estudiantes personalmente, y puede identificar tanto sus virtudes y defectos, puede desarrollar mejores estrategias para organizar las clases, establecer normas, incorporar conocimientos. El conocimiento del grupo permite plantear soluciones adecuadas a problemas específicos. Del mismo modo, el conocimiento que el docente tenga de sí mismo, la capacidad para identificar sus sentimientos, pensamientos y valoraciones, le permite explotar sus virtudes, impedir proyectar sus sentimientos negativos sobre los estudiantes, cuidar de sí mismo y por ende cuidar del otro.

• Confianza: es la seguridad que una persona tiene de sí misma basada, entre otras cosas, en el conocimiento que tiene de sí, de sus capacidad, de su potencial, de la aptitud que tiene para llevar a cabo su labor profesional o para enfrentar problemas. La confianza le brinda los estudiantes seguridad y estabilidad, pues hay la sensación de que el otro sabe lo que está haciendo y hacia dónde quiere llegar. Cuando los docentes pierden la confianza en sí mismos y sienten que no tienen las riendas para enfrentarse a sus estudiantes, el caos y la incertidumbre tiende a instalarse en el salón de clases.

• Congruencia: fortalece la figura de una autoridad firme, en tanto vemos operar un discurso en la práctica y no, en el vacío. Los discursos adquieren sentido y pueden ser incorporados por los estudiantes cuando éstos se ven reflejados en la práctica. El docente, a través de la congruencia entre lo que dice y hace, puede ser un ejemplo para los estudiantes. Si aquello que se enseña, no es practicado por el docente, la palabra pierde significado, y estimula la simulación y la ambivalencia. Por ejemplo, aquél que habla sobre la importancia del diálogo en el salón de clases pero calla a los estudiantes, los humilla cuando participan, o no los escucha.

• Consistencia: permite que las normas, los principios y las promesas se conviertan en una realidad. La consistencia es una forma de darle continuidad a algo, lo que permite ver los resultados en la práctica. La importancia de hacer valer y mantener los principios que orientan la conducta, da la posibilidad del aprendizaje y de la confianza, ya que la consistencia hace manifiesta a los estudiantes la seguridad, la certidumbre y la claridad que contribuyen a combatir la confusión y la ansiedad.

• Tolerancia: existe la percepción de que tolerar equivale a “aguantar o soportar todo”. En el ámbito escolar, se confunde al docente “tolerante” como aquel que permite que lo maltraten, que le griten, que no le hagan caso, etc. Sin embargo, la tolerancia es algo muy distinto.

Significa aprender a convivir con la diversidad de opiniones, expresiones culturales, formas de conducta etc., siempre y cuando éstas no atenten contra la dignidad, los derechos, la integridad física y psicológica de otros. Este reconocimiento de la diversidad, involucra también aceptar que no poseemos la verdad universal y que por ende, podemos equivocarnos. Cuando toleramos podemos dialogar con el otro.

• Madurez: La madurez se construye conforme a nuestras experiencias en la vida. Nadie nace maduro. La educación es crecer en madurez con vistas al logro de una identidad responsable y de alcanzar un estado en el que se es capaz de ejercitar la racionalidad con autonomía. Ser maduro implica ser capaz de aceptar la realidad de las personas y de las cosas tal cual son; por ello el estado de madurez se sintetiza en la siguiente oración: Es importante cambiar lo que puedo cambiar, tener resignación para aceptar lo que no puedo cambiar, y tener sabiduría para reconocer la diferencia.

• Honestidad: la honestidad es la disposición a actuar con base en la verdad y en la justicia; es poner las reglas del juego en claro. La honestidad es contraria a la manipulación. El profesor honesto es transparente sobre sus motivaciones, sus objetivos y sus intenciones. Ser honesto es ser genuino, abierto, sincero y auténtico. La honestidad expresa respeto por uno mismo y por los demás. Esta actitud siembra confianza en aquellos que están en contacto con la persona honesta.

• Sentido del humor: cuando el conflicto y el desacuerdo son un problema habitual en el salón de clases, el buen humor permite aligerar la situación y disminuir la tensión de todos. Saber reírnos de nuestros errores y asperezas permite restarle importancia a nuestros fracasos y facilita reconducir situaciones pues nos ayuda a poner los problemas en perspectiva, lo cual contribuye a desarrollar una mayor flexibilidad mental. El humor permite acercarnos más a los estudiantes pues mejora la comunicación al disminuir las defensas y los miedos. Esto fomenta momentos de encuentro y diálogo que son de suma importancia para fortalecer los vínculos interpersonales.

El humor genera también un entorno de confianza, estimula la libertad, la creatividad, el pensamiento, la autoestima.

El sentido del humor establece un entorno comunicativo distinto, caracterizado por la alegría. Pensar que sólo podemos enseñar mediante la seriedad, es un prejuicio del cual debemos liberarnos pues ha contribuido a hacer del aprendizaje algo pesado, somnoliento y poco significativo. Una clase donde hay risas se convierte en un lugar donde se quiere estar, aprender y prestar atención, o en el caso de los docentes, un lugar donde se quiere trabajar y enseñar. El humor es el antídoto contra la monotonía