Mirar hacia adentro: Cuando es momento de expresar, comienza por voltear hacia adentro y conectarte contigo misma, es decir, observa cuáles son tus sentimientos, y sensaciones; identifícalos y descríbelos primero para ti misma para después comunicarlo al otro. Trata de concentrarte inicialmente más con lo que sientes y distraerte lo menos con lo que piensas (demasiados pensamientos desconectan la experiencia de sentimientos y sensaciones). “Sólo te puedes conectar con el otro si inicias conectándote contigo misma”.

Observa y decide cada vez que aparece fugazmente por tu mente la tentación de iniciar una frase comenzando con expresiones “bloqueadoras” –que promueven en tu compañero la resistencia psicológica a escuchar con verdadera disponibilidad– como: Tú deberías de llegar más temprano; Tú tienes que..; Tú nunca debiste…; No se vale..; No te importo; Te valgo un cacahuate; Te importan más tu trabajo y tus amigos que yo.

Para expresar de manera facilitadora se requiere de distinguir, como ya se mencionó, por lo menos cuatro categorías y expresarlas de manera diferenciada, inequívoca, clara: a) descripción de hechos; b) pensamientos o interpretaciones; c) deseos o expectativas y d) sentimientos. Así por ejemplo, la siguiente expresión: “ayer en la noche que no llegaste” se refiere a la descripción de hechos que ocurre de manera “objetiva”. Un hecho es por así decirlo la realidad que cualquier persona observadora podría describir, es algo que no tiene discusión. Los sentimientos son tristeza, enfado, enojo, etc. Los pensamientos son la manera como yo interpreto la realidad, es decir representan mi realidad interior NO LA REALIDAD EXTERIOR, OBJETIVA, Y ÚNICA. En otras palabras es válido

decir: yo pienso –cuando veo que no llegas – que no me quieres; me imagino que no te importo. Sin embargo, lo que resulta disfuncional, bloqueador, poco facilitador, es cuando trato la realidad interior –sentimientos, pensamientos y expectativas– como si fueran la realidad exterior (como en las expresiones arriba mencionadas). Cuando en lugar de apegarme a hablar en primera persona “de lo que yo siento pienso y espero cuando tú haces o dejas de hacer algo” utilizo la vieja fórmula de “tu deberías y a ti no te importo” finalmente a pesar de la mejor de las intenciones, conseguiré mayor resistencia y cerrazón. En síntesis, una expresión mucho más cercana a tu experiencia y a tu corazón y por lo tanto más facilitadora y capaz de promover la apertura y disponibilidad en el otro, es: Espero, deseo, tengo ganas de verte a la hora acordada y me sentí muy decepcionada –muy triste, muy sola, enojada, irritada, desesperada, angustiada– ayer en la noche que no ocurrió así, y entonces pienso que no te importo, que no me quieres que no…

Respetar cada tiempo: El problema de cualquier relación incluida la de pareja no es que cada uno tengan sus propias necesidades y su forma de ver el mundo: El problema surge cuando él habla y ella no lo escucha o cuando ella habla y él tampoco escucha. La primera regla para el diálogo es pues una regla de orden mínimo. Iniciar un diálogo en espacio protegido, en la familia o en la escuela, consiste en acordar quién va a hablar, y quién va a escuchar. Nunca ha de iniciarse un diálogo protegido si no se ha llegado a este primer acuerdo por obvio y ocioso que parezca. Cuando dos personas, cargadas de historia, intentan dialogar, el orden es lo primero que se rompe y de pronto hay dos bocas hablando desde sus heridas y del otro lado de la mesa las orejas están ausentes, desconectadas; nadie está dispuesto a escuchar. Pueden transcurrir así horas y la pareja no se da cuenta que al haber roto esta primera regla los resultados en el mejor de los casos son pobres en el peor de los casos francamente destructivos. De hecho en la mayoría de los casos cuando una pareja común y corriente intenta hablar de cosas importantes, de temas sensibles y difíciles, lo hace con buena intención pero con una pobre preparación para el diálogo protegido. Cuando en lugar de diálogo se establece un debate –exceso de expresión y ausencia de escucha– usualmente la pareja o familia termina en un estado deplorable de mayor distancia y resentimiento. Lo que pretendía ser un diálogo termina en una agria discusión donde cada quien habla en automático cuando se le pega la gana. Es como una obra de teatro en la carnicería de don Chema donde salen a escena muchas trompas y ninguna oreja. La conclusión al final de dichos intentos tan desproporcionados suele ser tajante y llena de desesperanza: Lo mejor hubiese sido jamás tocar estos temas con el-ella. Estas parejas están condenadas a una muerte lenta por indigestión de trompa, pues si hablan; mal y si se callan; peor. Así pues, en un intento de diálogo, cuando el primer acuerdo relativo al “orden” es pasado por alto y ambas partes hablan al vacío; la inteligencia y la capacidad de escucha que pudieran existir resultan contaminadas y sirven de muy poco.

El primer paso al iniciar un diálogo es establecer quién va a hablar primero y quien va a escuchar. Cuando queda establecido el orden para expresar, es importante mantener los dos lugares claramente definidos: el de quien habla y el de quien escucha. Ambas partes han de respetar su turno; han de permanecer en su función hasta cerrar por lo menos un ciclo o ronda de intercambio. Reiteramos, si al mismo tiempo hay dos personas que hablan y no hay nadie sentado en la silla del escuchador; no hay diálogo. Tampoco lo hay “cuando hay pura oreja”, es decir, cuando están las dos personas dispuestas a escuchar pero ninguna de ellas a correrse el riesgo de expresar. Quien escucha no puede, por muy razonable que parezca, interrumpir para hacer precisiones, aclaraciones o cuestionamientos. Quien escucha –hasta que no le toque su turno de hablar— “desaparece” como persona y se convierte en un eco fiel; en un espejo cuya función no es aprobar, aclarar, refutar juzgar ni dar su opinión, etc.; Su función es sólo reflejar de manera aceptante los sentimientos que la otra persona experimenta. (en los dos primeros capítulos hemos explorado ya con amplitud la función de las dos competencias básicas y hemos hecho referencia a esta consigna: Hay un tiempo para hablar y un tiempo para escuchar).

La confianza básica en la expresión de momentos de sentimiento fuerte: Una de las consignas básicas en la búsqueda del cambio transformacional o de tercer orden indica que la dirección del cambio aparece sólo durante el proceso. Este mandato requiere que los actores de la comunicación interpersonal puedan creer verdaderamente en la riqueza de sus sentimientos fuertes y en la sabiduría o inteligencia que emerge de manera natural al calor del verdadero diálogo. Sólo desde un lugar de confianza básica en este proceso podremos ver emerger el orden detrás del supuesto caos, y el cambio que paradójicamente surge cuando se renuncia al cambio:

Cuando aparentemente no vamos a ningún lado con el intercambio de “experiencias difíciles” la práctica sistemática del diálogo, de una manera suave y sabia, nos entrega un verdadero regalo; nos lleva finalmente por un proceso gradual de desarrollo interpersonal y de inteligencia emergente. Por otro lado, si no hemos desarrollado esa confianza básica en el proceso del diálogo y específicamente en la riqueza de los sentimientos fuertes como maestros del crecimiento, es muy posible que, antes de dos minutos de intercambio, terminemos cayendo en la tentación de interrumpir, juzgar o criticar; terminemos totalmente indignadas por “las estupideces que el otro está diciendo”.

Abrir y explorar crisis sólo en espacios protegidos: Ciertamente no es posible estar en condiciones de escuchar experiencialmente cada vez que surgen crisis y sentimientos fuertes, sin embargo, es importante tener muy presente la opción de programar en un tiempo razonablemente cercano y factible un espacio protegido de diálogo. Ventilar algo importante en espacios no protegidos, es decir cuando no se han establecido ni respetado las condiciones mínimas de orden y seguridad psicológica puede convertirse en una experiencia destructiva para la relación, puede reavivar la tentación de regresar a la vieja y conocida postura de las conciencia primitiva: Mejor ni hablar.

Ilya Prigogine se refiere, en el contexto de la termodinámica, a una de las dos direcciones posibles ante la crisis o “indigestión de información”: el deterioro del sistema o la evolución del mismo hacia niveles de mayor complejidad e inteligencia. En el contexto interpersonal, una persona puede sentirse totalmente apabullada al entrar en contacto con el abandono, rechazo, decepción, infidelidad, engaño por parte de su pareja. A partir de dicho evento, el bombardeo de información –difícil de asimilar– de dicha experiencia atizada en una discusión puede ser el inicio, como lo hemos mencionado, de un deterioro inexorable donde ella reclama, y arremete contra él…y él más se defiende y se aleja. El dolor producido por alguno de los conyugues, cuando no hay condiciones de diálogo, promueve, como ya lo apuntamos; triangulaciones y violencia. Una crisis no resuelta a través del diálogo degenera en discusiones y distanciamientos de diverso tipo, promueve asimismo con frecuencia que a los hijos se les triangule y se les presiona a tomar partido hasta quedar en posición de “haga lo que haga pierdo …si elijo a papá traiciono a mamá; si la elijo a ella lo traiciono a él”.

La segunda opción consiste en explorar las experiencias difíciles en un espacio protegido sin esperar siquiera que ella perdone ni él “no lo vuelva a hacer”. Enfrentar constructivamente una crisis requiere de un primer paso, de algo básico y simple: renunciar a cambiar al otro y concentrarse en entenderlo. La práctica del dialogo requiere de un compromiso mínimo: aplicar las reglas de “un tiempo para hablar y un tiempo para escuchar” durante un periodo mínimo hasta que del mismo proceso surja una solución con frecuencia difícil de predecir. No se descarta la eventualidad de una separación constructiva, aunque en muchos casos cuando la pareja permanece –pase lo que pase – por lo menos un par de meses comprometida en el proceso del diálogo sistemático; ocurre que ambos se mueven, “como sin darse cuenta”, en la dirección de los sistemas inteligentes. El puro proceso de intercambiar e integrar información difícil, y aparentemente incompatible lleva a la pareja a lugares de evolución inesperados: Después de un episodio de infidelidad, por ejemplo, es desde luego posible que la pareja rompa definitivamente, pero también es posible que a partir del diálogo surgido ante la crisis, ella finalmente se dé cuenta de su hasta entonces “parte ciega”: su manera de tratarlo como niño, de controlarlo, de “no dejarlo” salir con sus amigos. Él a su vez, quizá se dé cuenta, gracias al diálogo, de su forma cotidiana de guardar silencio; de quedarse callado para no empeorar la bronca; de su papel de de niño guerrillero que se sale a escondidas de mamá; de su “juego del mudito” que termina hablando con su conducta las inconformidades que no ha sido capaz de expresar con la boca. La pareja tal vez descubra –y estén por primera vez en su vida en condiciones de asimilar una maravillosa y dolorosa lección– que ha estado jugando a la mamá y al hijo, justo hasta que el niño es finalmente pillado por su mami-esposa. Tal vez descubran que no han sido capaces de funcionar como adultos responsables y que ahora las cosas ya no pueden seguir como antes porque el juego de mamá-hijo ya se agotó, ya tronó. Ahora quedan sólo tres caminos: a) Se separan con la sensación, cada uno, de que el otro “de afuera” tuvo la culpa y por lo tanto no hay nada que cambiar internamente (con su siguiente pareja, ella seguirá siendo una mamá controladora y el seguirá siendo un irredento y mentiroso buscador a escondidas de aventuras); b) Se separan por considerar la herida irreparable y pierden a su pareja pero no pierden la lección, no pierden la oportunidad de voltear hacia adentro y aprender a ser mejores para lo que venga; c) Aprenden la lección –cada quien la suya propia – y ya no tratan de volver atrás a lo que ya se agotó, más bien inician una relación nueva; más vital y saludable, una relación que con el paso del tiempo tal vez les permita agradecer “la bendición que la vida les dio”.

El diálogo en espacio protegido es pues un espacio de renovación donde las diferencias, cualquiera que ellas sean, son procesadas hasta convertirse en evolución pura. Así, por ejemplo; a ella le gusta visitar a su mamá, a él le incómoda que ella visite a su madre; a él le gusta salir con sus amigos, a ella le produce mucha inseguridad dichas salidas; ella ya quiere ponerle un nombre a su hijo recién nacido, el prefiere esperarse para estar seguro; el quiere poner un nuevo negocio, ella tiene miedo a los cambios y lo desanima; a el no le gusta como ella hace el amor, a ella no le gusta como huele él; ella quiere pasar navidad en México, él prefiere quedarse en provincia; ella quisiera que él lo apoyara más y de vez en cuando le adivinara el pensamiento y a ella le gustaría que ella pidiera las cosas con más claridad, etc., etc. Después de escuchar con interés y sin invalidación dichas diferencias, la relación se transforma. La información intercambiada en espacios de diálogo protegido se convierte en algo nuevo, útil, transformador: el que tú prefieras algo diferente a mí, es simplemente porque eres diferente y resulta no ser algo personal contra mí… esa pequeña diferencia es una gran diferencia.

Cuando es tiempo de hablar:

  • Privilegiar la expresión de Escenas concretas de sentimiento fuerte
  • Descripción del contexto o entorno de manera suficiente pero no excesiva.
  • Descripción de la experiencia interna; de sentimientos y sensaciones físicas.
  • Si tienes un pensamiento que compartir reconócelo propiamente como tal: que espero, que interpreto, que imagino, que pienso, que fantasía tengo cuando sales…
  • Procura hablar en primera persona.
  • Cuando estés a punto de dar un consejo, sugerencia, órdenes, advertencias o reclamos, opiniones, –y especialmente preguntas– trata de reconocer lo que hay detrás de ello (sentimientos, expectativas o deseos fantasías o pensamientos). Decir: me siento inseguro cuando llegas tarde, tengo miedo de que te pase algo, es una forma más conectada transparente y por lo mismo facilita mucho más el ser entendida y escuchada que cuando está disfrazada de pregunta, regaño, reclamo, etc.
  • Refiere tus sentimientos, descríbelos sin juzgarlos y sin quererlos explicar con razones. Si tratas de explicar o justificar tus sentimientos es posible que termines desconectándolos y ahogándolos en un mar de palabras y de racionalizaciones.
  • Si eres mujer no se te ocurra querer programar un espacio protegido para hablar de tus sentimientos fuertes justo cuando está jugando la selección mexicana, o su equipo o personaje de su deporte favorito.
  • Si eres hombre: no se te ocurra querer programar un espacio protegido mientras tu pareja no está totalmente dispuesta para hablar y para escuchar. (si está por llegar el gas, si se están cociendo los frijoles, si tu hijo tiene calentura).
  • Si hace más de un mes que no haces tú diálogo porque siempre hay cosas urgentes “más importantes”; No te quejes de que tu relación continúe deteriorada.
  • Los sentimientos son como son. Reconoce con honestidad su existencia aunque no te gusten (celos, inseguridad, envidia, etc.) A los sentimientos, primero es necesario honrarlos, es decir, contactarlos, expresarlos y aceptarlos como son y después –solamente después– es posible transformarlos (a partir de su reconocimiento, no de su negación). En otras palabras recuerda que en este diálogo es más importante reconocer que negar; aceptar que reprimir. Por ejemplo si te sentiste celoso, inseguro, solo, no entendido, abandonado, excluido, etc., simplemente reconoce ante tu pareja eso que estás sintiendo. Insistimos, los sentimientos pueden no ser en lo absoluto lógicos ni maduros ni razonables. Los sentimientos simplemente SON. Si no los reconoces tal cual son peor para ti.
  • Veinte, veinte, veinte cuarenta: No es un teléfono de emergencia, es una propuesta para distribuir el tiempo en las cuatro categorías mencionadas. Algunas personas tienden a referir con todo detalle la descripción de hechos: Yo llegué a las seis y a los quince minutos te pasan la llamada y es tu tía de Tijuana, y luego ella te dijo, y tú le contestaste, en eso sonó el timbre de la puerta… Estas personas utilizan el ochenta o más de su tiempo de intercambio verbal en describir las cosas de afuera y menos del diez por ciento en describir su experiencia interna –sus sentimientos tal como son experimentados en los momentos de mayor intensidad. Te sugerimos encontrar una escena en tu experiencia personal reciente o remota y describir solamente lo suficiente del contexto en el que ocurre (como, cuando, donde, quien) lo cual requiere un veinte por ciento del tiempo total. Otro veinte puedes distribuirlo en referir lo que piensas o interpretas –imagino que estás con alguien más, imagino o pienso que no me quieres, que no te gusto, que me engañas, etc—otro veinte puede ser utilizado en referir lo que deseas o esperas y luego concéntrate por lo menos un cuarenta por ciento del tiempo en describir lo que pasa adentro de ti[3]: Sentí un nudo en la garganta, se me apretó el estómago y experimenté mucho enojo; Me sentí totalmente desplazada ignorada …pensé, imaginé como si lo mío no fuera importante en ese momento en el que te quedaste callado y no me defendiste cuando tu hermano me pidió que me largara. Me sentí poco importante para ti cuando me dijiste “bueno y que quieres que haga !ya olvídalo!”

La Oración de la buena escucha. Señor: permíteme disponerme a iniciar en este diálogo en mi función de escucha y pueda yo aquietar a los loros de mi mente en este lugar sagrado del diálogo protegido, y ponerle pausa a mis sentimientos, pensamientos y a todo aquello que me estorbe. Permíteme, por lo menos durante este espacio, suspender mis respuestas automáticas bloqueadoras que distraen mi atención de la experiencia de mi compañera/o.

Permíteme conectar mi corazón, y todos mis sentidos en la experiencia de mi compañero/a no en mis propias expectativas, heridas, opiniones y preferencias personales.

Que mis oídos sean como antenas parabólicas totalmente orientadas a lo que mi pareja siente, espera, y piensa aunque nada de esto coincida con lo que él/ella debería…; es decir con lo que yo quisiera que sintiera, pensara y quisiera.

Cuando me diga que le molesta eso que yo hice o deje de hacer… Ayúdame a dejar bien guardada para otras ocasiones y para otros debates mi ametralladora de las mil respuestas

No me dejes caer en la tentación de contestar antes de haber escuchado y entendido hasta el último detalle y significado.

Libérame por lo menos durante este momento de repetir mi vieja y conocida respuesta: Pues si no te gusta… yo lo hacía por ayudarte; óyelo bien es la última vez que lo hago, no tienes razón de sentirte así, y que quieres que haga, etc.

Hoy no tengo que contestar, criticar, dar razones, ser lógico; hoy por un momento ni siquiera tengo que solucionar nada.

Permíteme sostener firmemente mi atención en su experiencia, no en la mía

Ayúdame a tener presente: que por lo menos aquí y ahora no tengo que cambiarla/lo.

Que por un momento no me importe si lo que me dice es ilógico, inmaduro, fuera de lugar, incongruente, egoísta, tonto….

Que por un momento pueda poner toda mi energía en imaginar, entender y sintonizarme con ese momento cargado de sensaciones, sentimientos, percepciones y pensamientos tal cual es descrito por mi pareja.

Ayúdame a ser capaz de dejar todo mi pasado, todas mis ideas y formas de percibir el mundo y en ese justo momento cuando me comparte lo suyo –que se sintió bien o mal, decepcionado o agradecido, deshecha o conmovida–ayúdame a desaparecer para poder escuchar experiencialmente; para convertirme (sin aprobar ni reprobar) todo yo en esa escena y como tal poderla reproducir a través de simplemente resonar, reflejar, escuchar experiencialmente lo recién expresado:

Ayúdame a humildemente ser un eco de su experiencia p. ej: Me imagino ese momento cuando, hago ese comentario frente a todos los asistentes y ellos se ríen, tú te sientes verdaderamente lastimada, burlada, sola, engañada, agredida, atacada…

Cuando es tiempo de escuchar.

  • Recuerda que en este momento tú sólo funcionas como el eco de la voz de tu pareja o como el espejo que reproduce la experiencia del otro tal como el otro la vivió no tal como tú la interpretas.
  • Escuchar es como sacar un espejo y concentrarte en reflejar con él la experiencia del otro; sin quitarle ni ponerle nada; La experiencia del otro sólo requiere ser reflejada.
  • Si por un momento te sientes atrapado por la tentación de interrumpir con un razonable: pero es que las cosas no fueron así, o no estás diciendo toda la verdad… recuerda, que no existe una sola realidad sino varias, tantas como personas; que cada persona vive su propia realidad y entonces la función del diálogo es básicamente entender y entrar a la realidad del otro. La función del diálogo NO ES ENCONTRAR LA VERDADERA Y UNICA REALIDAD (…es que yo no te dije esto, es que no fue así, es que tú exageras, no tienes porqué sentirte así, no llegué a las doce llegué a las once y media… son todas formas de negar que la realidad del otro es tal como él la experimenta y la describe)…
  • Utiliza la segunda persona para repetir lo que escuchaste: “Tú me dices que ese día que llegué tarde tú estabas muy angustiada, tú me estabas esperando desde las ocho.”
  • Si tu pareja te hace una pregunta, es importante concentrarte en reflejar la inquietud o sentimiento detrás de la pregunta (En ese momento te preguntas donde estoy yo; en ese momento tienes dudas de si te quiero; cuando me ves enojado te imaginas…) No tienes que contestarle, no porque no quieras ser honesto, sino porque al contestar una pregunta cuando es un espacio protegido y te toca la función “de oreja” rompes el principio básico de orden: hay un momento para hablar y otro para escuchar. Contestar una pregunta cuando es tiempo de escuchar es una de las trampas más comunes. Cuando caes en ella todo el ciclo se rompe.
  • No tienes que responder, justificar ni defender a tu persona, a tu ego. En este momento te conviertes sólo en el eco o reflejo de lo que el otro dice aunque lo que el otro dice sea diferente a lo que tú viviste o a lo que tú percibiste en la misma ocasión. En otras palabras, tu ego que tiene su propia historia, percepciones, opiniones y sentimientos desaparece provisionalmente y te conviertes en la experiencia del otro. Cualquier aclaración, reclamación, corrección, explicación tuya la guardas para cuando sea tu turno de expresar. Recuerda hay un momento para expresar y un momento para escuchar y justo ahora es tu momento de escuchar. Abre tus oídos y la boca sólo úsala para reflejar. Si rompes esta regla, rompes el diálogo.
  • Ten muy presente que escuchar la experiencia del otro no quiere decir que estés de acuerdo; no quiere decir que estás aprobando lo que el otro hace o deja de hacer; tampoco significa que ello te comprometa a cambiar y a no volver a hacer esa conducta que al otro-a le molesta. Escuchar significa algo mucho más humilde y poderoso a la vez: Que puedes entender el mundo, por lo menos por un instante, tal como el otro lo vive… ni más ni menos.
  • De todo el relato escuchado aunque pueden ciertamente ser necesarios los detalles del cómo ocurrieron las cosas, es especialmente importante poner atención y reconocer los momentos donde aparecen los sentimientos –especialmente los sentimientos fuertes. Cuando los encuentres, no los juzgues, solamente refléjalos.
  • Por un momento olvídate de querer cambiar o responsabilizar a tu compañero/a de tus expectativas frustradas, concéntrate en el humilde y poderoso arte de simplemente observar e imaginar escenas concretas donde aparecen sentimientos fuertes en tu pareja. Escucha con tu corazón abierto todas las expresiones de sentimientos, cualquiera que estos sean, por absurdas, ridículas, cuestionables, irracionales, tontas, ilógicas, inmaduras… que te parezcan. Escucha como si fuera la primera vez que te asomas a la experiencia del otro. Escucha como si la persona que lo hace se expresara por primera vez. Imagina sólo por un momento que nunca antes nadie lo-la había escuchado y que él o ella nunca antes había expresado esto –aunque el perico de tu mente te susurre al oído “otra vez la misma historia chin…” Cuando un sentimiento puede ser expresado de manera completa y con total aceptación entonces está mucho más cerca de ser transformado. Por otro lado si la expresión de un sentimiento recibe como respuesta sistemática –automática –de parte del interlocutor, más de lo mismo, es decir, más de las conocidas respuestas de juicio, reclamo, cuestionamiento, aplauso, apoyo, indiferencia… es posible que dicho sentimiento se quede aún más atorado o se transforme en algo defensivo, destructivo. Cuando un esposo dice “Es la misma cantaleta de siempre, eso ya me lo ha repetido cinco mil veces” es muy posible que las mismas cinco mil veces que ella toca el tema el repite la misma receta –contesta, aclara, juzga, sermonea, regaña, da soluciones, etc.– PERO NO ESCUCHA. Tal vez la mujer necesita diez veces de escucha autentica para dar el asunto por concluido y el mejor momento para iniciar la cuenta de esas diez experiencias ES AHORA MISMO. Si comienzas hoy tal vez te puedas comenzar a ahorrar para el futuro las siguientes totalmente inútiles cinco mil cantaletas con sus respectivas y anunciadas cinco mil invalidaciones.
  • Recuerda: lo que te expresan con honestidad y transparencia te puede lastimar en un inicio pero al final cuando es debidamente escuchado se convierte en el mejor combustible para el crecimiento, para la evolución de la relación… Lo que por otro lado no se expresa, eso sí puede destruir la relación pues “lo que no se habla con la boca se actúa de múltiples formas”.
  • Además de escuchar “como la primera vez” imagina que la “queja”, si es que se refiere a tu persona” en el fondo viene de un lugar más profundo, y de alguna manera, ajeno a ti. Sólo por un momento no lo tomes como algo personal. Si te sirve puedes imaginar que se hable de alguien a quien hoy no tienes que defender aunque esa persona a quien “se acusa” tenga tu mismo nombre y apellido.
  • Concéntrate en escuchar y entender los sentimientos y no en discutir los hechos.
  • Hoy no tienes que defender ni justificar a tu persona. Cuando te toque el momento de hablar, expresarás tu experiencia y podrás hablar, si quieres, de lo que te pasa en relación a sus preguntas y dudas, etc. Pero en este momento no es aún tu turno de hablar. CUANDO ES MOMENTO DE ESCUCHAR ES MOMENTO DE ESCUCHAR Y CUANDO ASÍ ES, TU PERSONA DESAPARECE PARA CONVERTIRSE EL ECO FIEL Y ACEPTANTE DE LA EXPERIENCIA DEL OTRO TAL COMO EL OTRO LA VIVE.

La Oración de la buena expresión: Señor; cuando llegue el momento de expresar ayúdame a tener conectada la boca con mi corazón, con mis sentimientos, con mis emociones. Ayúdame a no usar mi silencio como un castigo contra mi pareja por haberse “portado mal”; ayúdame a ver mi profunda y olvidada necesidad de hablar, especial y paradójicamente cuando más ganas tengo de aplicar la ley del hielo; de callarme; de hacerme el ofendidito; de decir victimezcamente con cara de perro atropellado: “no tengo nada”. Dame le valor para salirme de ese juego con el que al mismo tiempo hago dos cosas: agredo a mi compañero y especialmente me lastimo a mí mismo. Señor mi destino no es vivir como víctima callada; quiero con valor –con el valor que se requiere para dejar viejos juegos conocidos pero destructivos– reconocer que merezco algo mejor que este patrón de castigarlo a él castigándome a mí. Ayúdame a recordar que cuando más ganas tengo de hacerme el ofendidito, es seguramente cuando más me puedo beneficiar del diálogo si me arriesgo. Ayúdame ante la tentación del silencio a decirme con toda la autoridad –y con todo el deseo de crecer y de merecer una relación mejor–: No te hagas pendeja ¡claro que si traes algo! …hoy voy a compartir una escena de sentimiento fuerte y tengo el derecho de pedirle a mi pareja que me escuche sin interrupciones ni juicios.

Ayúdame a ver hacia adentro de mí y a conectarme con lo que siento, pienso, imagino y espero desde cualquier lugar de mi experiencia. Es posible que alguna parte de mi ego pueda juzgar dichas experiencias como algo inválido, no razonable, injusto ilógico, inmaduro, a pesar de ello, dame el coraje para conectar lo que siento y expresarlo con honestidad y transparencia. Tal como es, no tal como debería de ser.

Señor tal vez tengo la tendencia, sin darme cuenta, a conectar mi cabeza, en lugar de mis sentimientos, y así cuando alguien me pregunta ¿cómo me siento o que siento?.. quizá termine diciendo campantemente que pienso, como deberían de ocurrir las cosas, o de quien es la culpa de todo. Tal vez aprendí a sentirme más cómodo al hablar de lo que pienso y más torpe cuando se trata de expresar simple y sencillamente lo que siento. Tal vez sin darme cuenta he hecho trampa en mi vida y así cuando comienzo alguna frase esforzándome por decir lo que siento termino diciendo sólo lo que pienso. Cada vez que inicio una frase con “siento que” en realidad estoy diciendo “pienso que” sólo que con el verbo equivocado.

Tal vez no me sea fácil hablar de mí, por eso: ayúdame a registrar, a escribir si es necesario, esos momentos impregnados de sentimientos fuertes que vivo durante el día; Ayúdame a reconocerlos como un tesoro detrás de la apariencia de “peste”. Ayúdame a ver más allá de lo molesto o incómodo; Ayúdame a reconocerlos como un regalo de la vida; como un impulso natural al crecimiento y a la evolución. Ayúdame a confiar en el poder sanador e integrador que surge cuando un sentimiento fuerte es verdaderamente escuchado.

LAS RESPUESTAS FACILES: Con frecuencia en la vida cotidiana, y hasta en las telenovelas, cuando aparecen experiencias difíciles y dolorosas cargadas de emoción es común observar a los interlocutores responder atropelladamente de mil formas todas automáticas y bloqueadoras. Difícilmente se llega a observar a alguien dispuesto y preparado a responder “silenciosamente” con confianza básica en el proceso y en el contacto emocional que permita reconocer y aprovechar así la oportunidad para darle la bienvenida más cordial al momento de sentimiento fuerte. En lugar de ello tiramos el diamante al caño; utilizamos un variado repertorio de respuestas que sólo tienen algo en común: negar, evitar o por lo menos limitar el contacto y expresión emocional. Estas intervenciones conllevan un mensaje de desconfianza básica en los sentimientos fuertes:

–Tranquilízate.

–Todo va a estar bien.

–Relájate.

–No llores mi amor se te va a correr el rímel.

–Si vas a empezar a llorar mejor me voy.

–Yo también me pongo triste cuando te veo así.

–Tienes que ser fuerte.

–No llores.

–No tienes porqué sentirte así.

–Tus hijos tienen que verte fuerte en estos momentos.

Parece ser que en lugar de confianza básica en la exploración y acompañamiento de un sentimiento fuerte, existe más bien desconfianza básica;

¿Cómo se elabora una escena de sentimiento fuerte? Durante el proceso de escribir este libro fuimos explorando, aclarando y finalmente documentado la importancia de los MSF en el desarrollo de los Espacios Protegidos del Diálogo. Descubrimos gradualmente que cuando en un intercambio los dialogantes se concentran exclusivamente en la experiencia de compartir un sentimiento fuerte –y nada más–, el poder del diálogo se multiplica sorprendentemente. Aun cuando no estén de manera exhaustiva “los cuatro elementos” (pensamientos, sentimientos, descripción de hechos, deseos y expectativas), los dialogantes en este atajo experiencial se centran en compartir escenas de sentimientos fuertes que incluyen la descripción de escenas o hechos exteriores –el lugar, las personas presentes, las palabras… así como también la descripción de los sentimientos y sensaciones internas de quien comparte (siento miedo, una sensación de opresión en el pecho, se me cierra la garganta, etc.). Reconocer y describir con honestidad y transparencia estas escenas de sentimientos fuertes sin quererlos explicar ni justificar, es a la vez sorprendentemente sencillo y poderoso. La consigna es simple y directa: Sólo describe cómo te sientes en determinada escena “de sentimiento fuerte” y por un momento renuncia a tratar de convencer de nada al otro.

Scott Peck, por ejemplo, sostiene que en el proceso de convertirse en verdadera comunidad –el grado máximo de desarrollo de un grupo– las personas aprenden a conectarse y compartir humildemente su experiencia en lugar de perderse en discusiones ideológicas.[4] Los conceptos son debatibles, las experiencias no; simplemente “son”.

Así pues, tanto quien escucha como quien habla es capaz de enfocar su atención, de una manera cuidadosa y especial, en la experiencia emocional y dentro de ella, en los momentos específicos o escenas “de sentimiento fuerte”, entonces el poder transformador de dicho diálogo se expande.

La exploración de los sentimientos fuertes tal como surgen, en un espacio de total libertad y seguridad psicológica puede convertirse en una experiencia profunda de cambio transformacional (Mahrer 2003) o cambio de tercer orden (Michel y Chávez 2004; Chávez y Michel 2008).

Utilizar el atajo del diálogo experiencial puede llegar a convertirse en una de las experiencias más gratificantes, más constructivas, y de mayor impacto para el desarrollo de la conciencia y del crecimiento personal y familiar. El diálogo experiencial es increíblemente sencillo, engañosamente fácil, y a la vez sorprendentemente raro como recurso cotidiano en la vida de la familia y la pareja.

Incorporar la práctica de los espacios protegidos para el diálogo(EPD) de manera sistemática, al salón de clase[i] o a la familia puede ser una experiencia transformadora; puede ser el inicio del cambio de adentro hacia afuera.

[1]Nuestra propuesta de diálogo está inspirada en la práctica de los círculos de aprendizaje interpersonal, así como en las ideas de autores como: Rosemberg, Rogers, Lafarga, Mahrer y David Bohm

[2] Watzalwick en sus axiomas de la comunicación da cuenta de los niveles y patrones de comunicación en la interacción humana.

[3] Compartir un sentimiento fuerte, por sí solo puede ser el recurso más poderoso del diálogo. Muchos hombres y algunas mujeres tienen dificultad para conectar sus sentimientos y les es mucho más fácil hablar de lo que piensan que de lo que sienten. Para ellos es una experiencia poderosa y a la vez facilitadora el simplemente compartir una escena de sentimiento fuerte sin más nada, si quererla explicar, justificar, sin usar deberías… Ve al grano y simplemente comparte un MSF –en un espacio protegido—y entonces decidir si vale o no la pena.

[4] Por ejemplo, en un intercambio en lugar de hablar y discutir sobre el divorcio, en términos de ser algo bueno o malo, “que yo defiendo o condeno”, las personas se limitan exclusivamente a compartir “cómo me fue a mí, cómo fue mi experiencia cuando yo o mis padres se divorcaron…

[i] En las organizaciones y ambientes escolares esta misma idea es explorada a partir de los círculos de de aprendizaje interpersonal (CAI) y de retroalimentación (CR) esbozados en el libro “En Busca de la Comunidad” (S. Michel: Ed. Trillas, 2008)

 

Establecer relaciones

Enseñar a los niños, niñas y adolescentes cómo hacer amigos y sentir empatía, o sentir el dolor del otro. En la escuela, hay que estar atentos a que ninguno esté aislado. Relacionarse con las personas brinda apoyo social y fortalece la resiliencia.

Ayudar al estudiante haciendo que ayude a otros

Ayudar a otros puede permitir a los estudiantes a superar la sensación de que no pueden hacer nada. Hay que animar a los estudiantes a realizar trabajos voluntarios apropiados para su edad y considere solicitar la ayuda del estudiante en una tarea que pueda realizar. En la escuela, realice una sesión creativa con los niños buscando maneras de ayudar a los demás.

Mantener una rutina diaria

Respetar una rutina puede ser reconfortante para los estudiantes, en especial para los más pequeños.

Tomar un descanso

Si bien es importante seguir las rutinas, preocuparse a cada instante puede resultar contraproducente. Enséñele al estudiante cómo concentrarse en algo distinto a lo que le preocupa. Dese cuenta de las cosas a las que el niño o adolescente está expuesto y que puedan ser inquietantes; sean noticias, internet o conversaciones que oyen por casualidad y asegúrese de que tomen un descanso de esas cosas que les causan inquietud.

Enseñar a cuidar de sí mismo

Dé un buen ejemplo y enseñe la importancia de darse tiempo para comer como es debido, hacer ejercicios y descansar. Cuidarse e incluso divertirse ayudará al estudiante a mantener el equilibrio y enfrentar mejor los momentos estresantes.

Avanzar hacia sus metas

Enseñe al estudiante a fijarse metas razonables y luego a avanzar dando un solo paso a la vez para lograr alcanzarlas. Avanzar hacia esa meta, incluso con un paso muy pequeño, y recibir elogios por hacerlo hará que el estudiante se concentre en su logro en lugar de fijarse en lo que no logró y puede ayudarle a desarrollar resiliencia para salir adelante ante los desafíos.

En la escuela, divida las tareas grandes en pequeñas metas alcanzables por los niños más pequeños, y para los más grandes, reconozca los logros a medida que avanzan hacia las metas mayores.

Alimentar una autoestima positiva

Apoye al estudiante a recordar cómo ha logrado enfrentar satisfactoriamente dificultades en el pasado y oriéntelo a entender que esos desafíos pasados lo ayudan a desarrollar la fortaleza para manejar desafíos futuros. Motive al estudiante a que aprenda a confiar en sí mismo para resolver los problemas y tomar las decisiones adecuadas. Enseñe al estudiante a tomar la vida con humor y la capacidad de reírse de sí mismo. En la escuela, ayude a los niños a ver cómo los logros individuales contribuyen al bienestar de la clase como un todo.

Mantener las cosas en perspectiva y una actitud positiva

Aunque los estudiantes pueden estar enfrentando sucesos dolorosos, apóyelos a ver la situación en un contexto más amplio y a mantener una visión de largo plazo. Motívelos a ver que existe un futuro más allá de la situación actual y que el futuro puede ser bueno. Una actitud optimista y positiva le permite darse cuenta de las cosas buenas de la vida y seguir adelante incluso en los momentos más difíciles. En la escuela, utilice la historia para mostrar que la vida sigue después de las adversidades.

Buscar oportunidades para el autodescubrimiento

Los momentos difíciles suelen ser ocasiones en los que los niños aprenden más sobre sí mismos. Ayúdelos a entender que lo que están enfrentando puede enseñarles a descubrir sus capacidades. Considere conversaciones sobre lo que han de enfrentar después de una situación difícil.

Aceptar que el cambio es parte de la vida

 Los cambios pueden a menudo ser terribles para los niños y adolescentes. Apóyelo a ver que el cambio forma parte de la vida y que se puede reemplazar con nuevas metas a aquellas que puedan haberse convertido en inalcanzables.

En la escuela, señale cómo los estudiantes cambiaron a medida que avanzaban al siguiente grado y analice cómo ese cambio ha tenido un impacto sobre ellos.

Rosario Chávez y Sergio Michel.

Disponible en red en:

http://espacioprotegidodeldialogo.com/cap-viii/